Si la forma tradicional de eludir la inquietante condición paradójica del ser humano consistió en menospreciar la dimensión del «para» (esto es, la capacidad crítica, humorística o imaginativa), en la modernidad, por contra, ha predominado la impugnación de la «doxa» (es decir, las manifestaciones dadas o concretas de la vida humana). Cabe entender el presente texto como una modesta contribución a la celebración y potenciación de la mezcla de determinaciones e indeterminación que constituye la paradoja de lo humano.