Pedro Abelardo es el primer intelectual urbano de la Edad Media. Pocas vidas más agitadas que la suya y la de su amante Eloísa. Si él fue un revolucionario, ella fue la única filósofa en un mundo en que las mujeres ya dominan los palacios, protegen a los trovadores y comienzan a ser dueñas de su destino. Por su carácter revolucionario lo persiguieron hasta el ensañamiento y llegaron incluso a castrarlo para que no pudiera seguir viviendo con su alumna y mujer Eloísa. Bernardo de Claraval, el presunto gran reformador cisterciense, se ensañó con sus ideas aunque no pudo acabar con su legado. Por fortuna, Abelardo escribió su autobiografía, Historia de mis calamidades, la única de un escritor medieval. Fue una de las personalidades más excepcionales de la Edad Media: teólogo, filósofo y abad, cuyas reformas casi le cuestan morir a manos de sus propios monjes. No pudo tener una mujer que mejor le comprendiera y que más le estimulara que su propia alumna, Eloísa, amante hasta los últimos días de su vida, pese a todas las desgracias que los separaron. Si la vida de cada uno de ellos es un himno a la libertad y a la inteligencia, su encuentro ha producido una de las parejas de amantes más famosas de la historia. Y ante estas dos personalidades uno no puede dejar de preguntarse quién fue más grande, si Abelardo con su filosofía, o Eloísa con su lucidez intelectual y humana.