Los paraísos perdidos son un estado de ánimo, un lugar de la memoria asociado a un espacio físico al que siempre se pretende volver pero, que si llega a vencernos la nostalgia del regreso, inevitablemente comprobamos con estupor que se han diluido, que ya no se corresponden con nuestro recuerdo. Así sucede a los protagonistas de esta novela cuando intentan recuperar, al hilo de una anécdota de juventud, la fe que les falta para encarar el futuro, el último tercio de la vida, después de veinticinco años de vida en común.El regreso, no obstante, termina ayudándoles a comprender mejor la propia experiencia y, de paso, solventar las querellas que se han ido acumulando en el alma y que se han solidificando en ese poso que les impide a veces comunicarse. La historia incluye más de una biografía, como compendio del avatar de las seis parejas de amigos que aparecen en una foto de juventud con motivo de una excursión a Mojácar. Ninguna ha sobrevivido a la apatía, al transcurso del tiempo: se han separado todos menos nuestra pareja de protagonistas.Francisco Pérez Baldó nos trae aquí también un recuerdo emocionado por tantos amigos que se nos han ido quedando en el camino, y de los que apenas conservamos una imagen de grupo en alguno de nuestros álbumes de fotos.