La arquitectura está conectada a lo cotidiano y la vivienda se construye en el día a día. Conforma algo parecido a un organismo que tiene la vida que le prestan sus moradores. En este estudio realizado por Casado, Herrero, Suárez -CHSarquitectos-, se detalla cómo esa vitalidad también forma parte de la arquitectura, de modo que un buen edificio debería ser capaz de absorber y reflejar las huellas de la vida humana cómo si se construyera con ellas. La investigación sobre “Lo que no es vivienda en la vivienda social” recoge la vida en colectividad en los conjuntos de vivienda social de promoción pública. Lo común y las posibilidades de su uso, como generador de la vida social comunitaria, son un indicador del grado de convivencia. Los espacios comunitarios vividos, aquéllos precisamente “que no son vivienda”, son el imaginario de la vida real y reflejan pautas del comportamiento de sus habitantes, costumbres y cultura. Experiencias y testimonios encontrados en esas viviendas nos hacen dudar de la eficacia real de ciertas actuaciones ejemplares, descubriendo cuestiones latentes en la experiencia del habitar en los conjuntos de viviendas sociales y considerando -desde la arquitectura- la sociabilidad como factor de auténtica sostenibilidad.