¿Qué no le concedemos ruidosamente al “Amor”? Al decir “te amo”, reducimos al otro a no ser más que un objeto, entonces la pasión se transforma en un acontecimiento que enseguida se esfuma y que recurre sólo a esa “declaración” para darse a conocer. Ahora bien, preferiría prestarle atención al camino discreto de lo íntimo –que deja caer silenciosamente la frontera entre el Otro y uno mismo, da un vuelco desde un afuera indiferente a un adentro compartido, y vive inagotablemente de las “nimiedades” de lo cotidiano descubriendo lo inaudito del estar cerca. Intimus, dice el latín, o “lo más interior”. Pero no se promueve “lo más interior” de uno mismo más que abriéndose al exterior del Otro, demuestra San Agustín. Una manera entonces de librarse de lo eterno del “corazón” humano –desde San Agustín hasta Rousseau y Stendhal–, y de entender cómo llega lo íntimo a trasladarse de Dios a lo humano en Europa y pudo así servir de punto de partida para una moral. Un reto también para la filosofía, ¿lo que nombra lo íntimo, no es acaso lo que más se resiste a ser reducido por el concepto?