«A través de estos relatos, Rilke va apartando los ;fantasmas; que le asaltan en esos años clave de su vida: los de su distante padre [...], los de los seres que le acosan en la realidad de las academias militares, o esos seres anónimos y grises que cruzan las calles de la gran urbe desolada. La sensibilidad del poeta le arrastra de continuo hacia otra realidad [;]. Va librándose, pues, el escritor gracias a sus cuentos juveniles de esos ;fantasmas; y para ello debe llevar a sus personajes a esas situaciones extremas que imponen la violencia, la prostitución, la venganza [;], la muerte. [;] En ningún momento la obsesión de Rilke por estos temas sórdidos implica una mirada única y realista. [;] Hay en ellos, sí, esa lectura descarnada y muy dura de la realidad, pero sólo en la medida en que es reveladora del sentido de una piedad profunda que hay detrás de los hechos chocantes o violentos y que el ser humano precisa para sobrellevar la vida y salvarse.» Antonio Colinas La condición humana es una de las fuentes que ha llevado a todo tipo de personas a preguntarse por el sentido de la vida. Para Rilke (1875-1926), uno de los mejores poetas en lengua alemana de todos los tiempos, el dolor provoca en nosotros la ternura y el amor por los desvalidos, la más profunda y sincera compasión a través de la cual una endeble pero también sólida esperanza aporta un camino de redención.