En 1234 una nueva dinastía de reyes poetas y guerreros llegó a Navarra. Y ciertamente no quisieron pasar inadvertidos, pues varias de las señas de identidad que aún hoy en día siguen distinguiéndonos, datan de aquellos tiempos. Así, ordenaron recopilar el celebérrimo Fuero General y fijaron definitivamente en su escudo el emblema de gules, carbunclo cerrado y pomelado de oro que identificó primero al rey, y después a todo el reino, desde entonces. Pero muchas otras cosas maravillosas hicieron los Teobaldos. Esas son precisamente las que en estas crónicas se cuentan. Y no solo las que recoge la Historia, sino también y sobre todo aquellas que necesitan la ayuda de la imaginación literaria para ser evocadas en toda su espléndida realidad.