NO. Sensato lector: no lea este libro. Devuélvalo ahora mismo a la estantería. No es una cosa seria: se trata tan sólo de una recopilación de inocentes fábulas para niños que escribiera un tal Gianni Rodari (1920-1980), ex seminarista cristiano convertido en diabólico, según lo definió el Vaticano en el auto de excomunión. Un insensato, vaya, que pensaba que hasta los objetos más comunes encierran secretos, y los cuentan a quien los sabe observar, y que era capaz de afirmar que ya no hacen falta príncipes ni hadas, ni brujas ni castillos: las fábulas surgen hasta de la realidad más gris, de la obviedad cotidiana, del problema social o de la trivialidad de la vida familiar. Basta con mirarlo todo con un punto de ironía, y jugar (¿o no es un juego?) a infringir las reglas a través de la invención y la imaginación. BASTA. Deje este libro donde lo ha encontrado. No es para usted. ¿Para qué va a querer saber de la suerte de una violeta en el polo Norte, o qué le ocurrió al cangrejo que decidió caminar hacia adelante? ¿De verdad piensa que tienen algún interés los acontecimientos del Planeta de los Árboles de Navidad? ¿Acaso le incumbe la lista de medicamentos que todos los días engulle, con maniática puntualidad, el barón Lamberto (¡sí, el que érase dos veces!)? NO SIGA. No vaya a ser que ese loco bajito que usted fue una vez, y al que tanto costó domesticar, no esté domesticado del todo... Quizás sólo esté dormido, y ahora puede despertarse, proferir un largo e irreverente bostezo, y tomar el control. Aténgase a las consecuencias.