Lo que aquí se ofrece es una narración —y una interpretación— de la vida de Lenin. Una vida, como toda existencia, forjada por las condiciones históricas concretas del presente en el que se despliega y cuyos hechos son en algún modo producto de herencia del pasado. Lenin es, así, sujeto y objeto del tiempo: objeto de un pasado histórico que le modela y explica, y sujeto de un proceso revolucionario que, en sentido estricto, él no crea, pero que hace posible y finalmente corona. El hombre Lenin, su estructura psicológica, es pues inseparable del contexto sociológico que le tocó vivir; el sentido de su acción, inseparable del espíritu de los tiempos en que ésta se desarrolla. Un marco, claro, que no es el nuestro y fuera del cual sería difícil explicar, no ya el significado y sentido histórico de la Revolución de Octubre, sino, efectivamente, el “yo” mismo de su primer protagonista. Por ello, a caballo entre la literatura y la historia, entre la comprensión del personaje y la comprensión de un proceso político ya en marcha desde el movimiento decembrista de 1825 —y de raíces aún más antiguas y profundas—, esta versión de la vida de Lenin ni ensalza, ni condena; pretende, sobre todo, entender. Entender la vida de un revolucionario singular en pos de una revolución igualitaria. Aunque sus actos, en ocasiones, enterraran en el barro de la realidad el ideal que había movilizado ese sueño.