El Piojo, sicópata en extremo marginal, capaz de cualquier atrocidad, asesino desde niño comete varios crímenes, siempre con el mismo modus operandi. Un equipo investigador integrado por el capitán Iglesias, jefe del grupo y los tenientes Pino, Eduardo y Mónica, una joven oficial, son los encargados de atraparlo. Quien apresa al Piojo, es Eduardo, pero las tensiones acumuladas, la incertidumbre y la impotencia ante los ataques repetidos del asesino, le provocan un infarto por el que es licenciado. En la actualidad, Eduardo se dedica a escribir novelas radiales sobre los casos en los que trabajó. Cuando la novela sobre el violador comienza a ser radiada, ésta es vista en la prisión y los reclusos se lo comentan al Piojo que, tras quince años en presidio, revive su odio contra Eduardo. El Piojo logra pasar a trabajar a la cocina por buen comportamiento y allí planea fugarse dentro de un tanque de desperdicios destinado a alimentar a los puercos de un proveedor habitual. Escapado, regresa a su medio marginal; momento en el que comienzan a ocurrir hechos alarmantes en casa de Eduardo. Conocida por la policía la evasión del Piojo, estos comienzan a hacer conjeturas hasta que se enteran que Gretel, la hija de Eduardo, joven estudiante de medicina, ha desaparecido. Las consiguientes investigaciones arrojan que la muchacha ha sido secuestrada por el mismo violador. Iglesias y su equipo comienzan la búsqueda del Piojo y de Gretel, pero Eduardo, incapaz de esperar a los resultados de la investigación policial, lo hace por su parte con el Keco, un antiguo informante del barrio donde suponen se encuentra el violador. La búsqueda es lenta, pero el antiguo informante localiza al Piojo por el cementerio y se lo comenta a Eduardo.