Si al recorrer estas páginas, amigo lector, te conmueven estos edificantes ejemplos no seas avaro de tan precioso tesoro, procura comunicarlo a los demás propagando la bienhechora lectura de las Florecillas. Con el espíritu de San Francisco propagas el del Evangelio, bálsamo para las llagas del alma, para tantos dolores y tris-tezas como nos aquejan en este mundo y, a la vez, prenda consoladora de la gloria del cielo, a la que el Señor nos conduzca por los méritos del Redentor y la intercesión de San Francisco.