Partiendo de una lectura en términos de sociología histórica del proceso de construcción del Estado español, el autor muestra cómo la cuestión de la institucionalización de las élites periféricas, y la de su no-institucionalización, constituye un elemento central para la comprensión de la estabilidad de los regímenes políticos en España. El hecho de tomar en consideración la historia en términos de largo plazo permite mostrar cómo desde la revuelta de los catalanes de 1640 hasta las guerras carlistas rechazan sistemáticamente la dependencia del centro político castellano. Los diferentes regímenes autoritarios que se suceden obtienen su legitimidad de su pretensión de mantener un orden social y político unificado. Además, y desde una perspectiva próxima al neo-institucionalismo histórico, apoyada en el análisis de primera mano de las representaciones políticas, el autor muestra que el sentido democrático español ha sido construido entre élites fuertemente territorializadas gracias a un juego de dependencias mutuas complejas y reversibles. Este "nuevo punto de vista" permite comprender cómo la cuestión de la forma del Estado de las Autonomías, que estuvo en el origen del pacto democrático, continúa en el centro del debate político. Desde tal perspectiva, la dinámica del régimen pluralista español aparece como si su modelo consolidacional estuviera con frecuencia en trance de ser roto por las estrategias de salida (en el sentido de Hirschman) de las élites nacionalistas.