El patrimonio arquitectónico de las catedrales de Galicia tiene su origen más remoto en la Edad Media. La conformación de un paisaje diocesano se organizó entorno a cinco catedrales: Compostela, Lugo, Mondoñedo, Ourense y Tui. En los cinco casos, la inserción urbana de la iglesia mayor de la diócesis siguió los patrones habituales, un templo catedralicio con sus dependencias auxiliares para el culto y la vida de los canónigos, con su respectivo claustro y rodeado por hospitales, el palacio del obispo y las casas del clero capitular. Los claustros catedralicios medievales gallegos han desaparecido, siendo sustituidos por edificios renacentistas o barrocos, a excepción de los restos excavados del compostelano, los tramos construidos de la claustra nova auriense y el claustro de la catedral de Tui, cuya construcción se prolongó varios siglos. La documentación ha permitido probar el principio de todos estos conjuntos, así como la reconstrucción -al menos funcional- de cómo fueron durante el medievo.Frente a su general desaparición en el resto de la Península, una feliz coyuntura en la historia de la arquitectura gallega es la conservación hasta nuestros días de tres importantes palacios episcopales medievales, como son los de Ourense, Compostela y Lugo. En lo que respecta a hospitales o casas del clero capitular, frente a la ausencia de restos materiales, sí hemos heredado una toponimia vinculada a la catedral, que nos habla de las residencias de los miembros de la comunidad catedralicia y que, junto al cotejo documental, permite evocar históricamente sus ámbitos urbanos. En este trabajo se recoge la evolución arquitectónica y funcional de todos estos espacios, desde sus orígenes, hasta las postrimerías de la Edad Media.