Como sabio humanista, Quevedo desplegó, en sus obras en prosa, la crítica moral o de costumbres frente a las clases medias o burguesas profesionales de la sanidad, jurídicos, de las finanzas, del comercio y los negocios, que desarrollaban sus actividades al calor del incipiente capitalismo de las grandes urbes en el siglo xvii. En esta radiografía moral, los abogados, los juristas y los hombres del Derecho en general son señalados, recurrentemente, como arquetipos de los vicios morales de la codicia, la hipocresía y la injusticia. Obras de madurez del escritor como el Sueño de la Muerte y La Hora de todos y la Fortuna con seso, a la censura moral añaden la crítica política de los profesionales del Derecho, concebida como instrumento de lucha de clases y formulada desde la óptica de intereses del Quevedo triunfador e ideólogo y propagandista de la corriente aristocrática. Este doble enfoque crítico de la obra en prosa de Quevedo se completa con la visión humorística de su obra en verso, en la que reproduce con gran efectismo los tópicos habituales del pensamiento humanista de la época sobre los juristas, como la codicia el dinero, la verdadera luz de los pleitos y la hipocresía las barbas como su símbolo externo.