Tal y como refleja la trascripción de los Diarios sonoros de Mamma Roma que contiene la presente publicación, durante la primavera de 1962, el ocultamiento del intenso sol que bañaba el set de rodaje, fundamental para Pasolini, permitió numerosos momentos de pausa. Aquellas interrupciones fueron aprovechadas por el poeta, junto con su ayudante en aquella película, Carlo di Carlo, para meditar en voz alta, frente al magnetófono, sobre diferentes aspectos relacionados con aquella película y sobre su propia escritura cinematográfica.