Dos ideales, dos principios de fondo, recorren este sincero y sustancioso diálogo entre Valentí Puig e Ignacio Peyró: el arte de conversar y la voluntad de conservar, ante la urgencia de rescatar el primero como aprendizaje recíproco de la humanidad y la segunda como alternativa a la ruptura; a modo de legado de sensatez que pueda ayudarnos a afrontar las incertidumbres propias del cambio de época en que vivimos. Sobran motivos que avalen la competencia de las opiniones de Valentí Puig, así como las buenas razones para dialogar con ellas, ya sea para corroborarlas o para estimular las propias. Es el arte y el placer de la conversación, decíamos, en tiempos en los que cada vez mantenemos menos conversaciones reales. Pero si hubiera que aludir a un único aval, éste sería el haber apostado siempre por las complejidades de una democracia liberal y una sociedad abierta, y por su defensa, con todo lo que ello implica: la independencia de juicio y el compromiso de expresarlo, aunque signifique la incomodidad o el aislamiento, y la apertura a las corrientes del pensamiento conjugada con la fi delidad a la propia historia. En suma, la responsabilidad que trae aparejada el uso de la libertad. No le estorbarán al lector el afecto y la admiración que siente el entrevistador por la figura y la obra de Valentí Puig. Son manifiestos y no hacen sino sacar a relucir las virtudes más notables de su pensamiento: la fi rmeza de espíritu, la moderación en las formas y una mirada aguda para discernir entre las contribuciones de peso a nuestra cultura y las estrellas fugaces de la intelectualidad, el poder y el éxito en una coyuntura en la que los medios de comunicación y las redes sociales pautan más que nunca lo que es cultura y lo que no.