Lula es, según todas las encuestas, el candidato con mayores posibilidades de vencer en las próximas elecciones brasileñas, pero los poderes fácticos que habían promovido la destitución de la presidenta Dilma Rousseff en 2016 pretenden impedirlo. Su victoria representaría la condena popular del golpe, además del retorno de una izquierda que sacó a millones de brasileños del hambre, que apostó por la educación y que, en el poder, tuvo un comportamiento escrupulosamente democrático. Una izquierda así debía ser criminalizada, cercenada, y para ello nada más eficaz que encarcelar a su figura más representativa y popular: Luiz Inácio Lula da Silva. El procesamiento de Lula pone descaradamente de manifiesto que algo está podrido en el sistema judicial brasileño, evidenciando procedimientos y prácticas incompatibles con principios y garantías fundamentales de un Estado de derecho democrático. De hecho, Lula no fue objeto de una investigación porque hubieran surgido indicios que sustentaran la sospecha de prácticas corruptas. En realidad la Policía, el Poder Judicial y los grandes medios de comunicación se pusieron a la caza de cualquier elemento que pudiera ser utilizado para acusar al ex-presidente. Siempre fue una condena en busca de una prueba. 'La verdad vencerá' da buena cuenta de ello.