El conflicto dramático de La verdad escurecida se desarrolla en dos planos: político y sentimental. El primero de ellos se articula en torno a la figura del Rey, cuyo poder parece socavado por una crisis latente, aunque al comienzo controlada, gracias al conocimiento certero que posee sobre las lealtades en que puede apoyarse (representadas por el marqués Federico) y las deslealtades encubiertas de las que puede recelar (simbolizadas por el duque Carlos). El conflicto político se entreteje con una trama pasional, nucleada alrededor de madama Roselinda y su deseo de vengarse del Rey, para lo cual ha decidido relegar su inclinación hacia el marqués Federico y valerse del duque Carlos, cabeza de los conspiradores.