La República de Venecia vive en el siglo XVIII sus últimas horas de gloria. Nunca se ha divertido tanto, nunca la fiesta y la música han ocupado semejante lugar en la vida cotidiana. El Carnaval (que dura entre cinco y seis meses), las fiestas oficiales, el juego, pero también los conciertos, las ceremonias religiosas y la ópera provocan la admiración y la envidia de los visitantes extranjeros. Vivaldi, cuyo nombre es inseparable de Venecia, escribe sus conciertos para las muchachas de los Hospicios y se comporta, en el mundo del teatro, como un hombre de negocios tan dotado como astuto. Del Carnaval a las recepciones en las embajadas, de la basílica de San Marcos a los grandes teatros de ópera, de las barcarolas en los canales a la música de los claustros, Patrick Barbier, a partir de memorias y epistolarios de la época, pero asimismo gracias a jugosas anécdotas, resucita la vida musical de esta ciudad incomparable.