Los lineamientos históricos, así como los desarrollos y las relaciones conceptuales de las principales escuelas de la Antigüedad, se proyectan originariamente en las épocas tardoantigua y medieval siguiendo el hilo de continuidad que ofrece la lengua griega. En consecuencia, no ha de extrañarnos que sea a los eruditos bizantinos y, en particular, a Focio (810-895), a quien corresponde el mérito histórico de haber actualizado y solucionado, con originalidad y verdadera madurez filosófica, el denominado «problema de los universales» que, en el siglo iii, postulara Porfirio, adelantándose así en tres siglos a las investigaciones de la controversia medieval latina sobre dicho problema que, propiamente, toma cuerpo con Pedro Abelardo (1079-1142). Lo mismo ocurre con los escolios y comentarios que, a continuación, escribió Aretas de Cesarea (850-944) criticando el «ejemplarismo» fundamentado teológicamente sobre la teoría platónica de las Ideas por Filón de Alejandría y canonizado filosóficamente por Alcínoo, el medioplatónico. Aún un siglo antes de la querella latina occidental entre reales y nominales, Miguel Pselo (1019-1078), celebérrimo entre los filósofos bizantinos, discurre por extenso sobre las Ideas platónicas en las explicaciones magisteriales que, como «cónsul de los filósofos», impartió en Constantinopla. Las investigaciones de todos estos autores dan cima con el logro filosófico del calabrés Juan Ítalo (1025-1082), que, sistemáticamente, reivindica el «conceptualismo realista» de los estoicos, tanto en contra del «nominalismo» de Antístenes como del «realismo» de Platón. Fue ésta, precisamente, la posición que sirvió al conjunto de los filósofos bizantinos también teólogos para marcar una considerable distancia crítica respecto al «ejemplarismo», aceptado cuiusque genere por la primera Patrística y por teólogosdialécticos de la talla de Máximo el Confesor (580-662) y Juan Damasceno (675-749). Tiene, pues, el lector, en sus manos, un trabajo que pionero, en las letras hispánicasconsolida disciplinarmente el objeto formal de la filosofía bizantina al vincular la cultura de la Antigüedad clásica a la del Renacimiento florentino a través de una tan novedosísima visión de la «Edad Media» que, por ella misma, mejor habría de reconocerse como «Edad Axial».