El autor continúa el camino iniciado con Como lentas aves ?publicada en esta misma casa editorial? con estas dos nuevas piezas en que encontramos temas como el aislamiento y la regresión de la conciencia en el seno de la vida dañada (utilizando una expresión de T. W. Adorno, a quien Vladimir García Morales lee con pasión) así como la esperanza en otro mundo posible. Con La superconductividad en el cristal de pentaceno, inspirada en el caso de Jan Hendrik Schön ?un joven físico alemán que trabajó en los laboratorios Bell hasta descubrirse su actividad fraudulenta?, el autor se adentra en la compleja realidad de los lugares de producción científica desentrañando los campos de fuerza en los que queda atrapada la vida, reproduciendo la lógica del poder. La obra no parte de ninguna tesis premeditada y es la acción lo que la hace avanzar a un desenlace donde la vida, aunque postrada, se libera, abriéndose una puerta a la esperanza. El silencio de Anton Webern trata, como su título indica, del compositor austríaco Anton Webern, y su ?silencio? puede entenderse en un sentido polisémico: silencio musical, silencio de la muerte... La pieza es una incursión en el exilio interior al que se ven condenadas muchas personas a consecuencia de su ideología y estética. Sin embargo, la figura de Webern no está idealizada ni aparece como la de un mártir de un régimen totalitario, y es en esa aparente paradoja donde se mueve toda la obra y de la que el autor extrae comicidad y tensión dramática. Elementos, junto a la ironía, que proporcionan aquí un acceso estético a la vulnerabilidad e irrisoriedad de la existencia humana.