De la lectura de estas páginas cabe esperar la sorpresa que experimentarán muchos al ver que nuestro autor califica de «cine religioso» a este género por el que Drácula y otras noctámbulas criaturas se mueven con solvencia. La razón para colocarle tal etiqueta a estos filmes, hemos de buscarla en una filosofía de la religión que reconoce como núcleo de la primera fase de la misma a entidades dotadas de voluntad, a númenes o animales con los que los hombres del Paleolítico se relacionaron. Si estos, los animales, fueron los primeros dioses, sus atributos contribuirán, en una segunda fase de religiosidad, a construir criaturas híbridas como puedan ser los vampiros. Se trata, en definitiva, y así lo hace González Hevia en torno a esta cinematografía y la literatura que la sustenta, de demostrar la divina animalidad de los vampiros, circunstancia que le sirve para, con gran erudición, exponer las discusiones históricas en torno a estos seres. Se abre de este modo, una disyuntiva consistente en, por una parte, una teoría demoníaca que permite que el Diablo pueda resucitar difuntos que darán lugar a vampiros; y una segunda de carácter divino que consistirá en la transferencia al Demonio, por parte de Dios, de tal poder. Un problema que encontró solución, desde la racionalidad católica, en la afirmación de la inexistencia de tales númenes, que quedarán desplazados al terreno de lo fantástico. Pese a todo, y dejando atrás unos debates en los que participó el propio Sto. Tomás, al auxilio de la operatividad fabuladora del mito, acudirá la Medicina, sirviendo ejemplos de catalepsias y entierros prematuros el lector recordará aquí el relato de Poe-, pestes, hematomanías, necrofilias y otras patologías hábilmente explotadas por avisados escritores, periodistas y cineastas. Es tras esta profunda y concisa introducción, sustentada, por otra parte, en interesantes indagaciones etimológicas, cuando González Hevia comienza el exhaustivo repaso por una cinematografía que le permitirá, no sin una ironía muy de agradecer, ir desgranando un gran número de películas en las que, unidas a consideraciones históricas o técnicas, el autor ejerce la crítica sin renunciar a mostrarnos sus gustos estéticos aplicados tanto al séptimo arte como a los intérpretes y directores que han hecho posible la terrorífica y a veces erotizante confección de tal género.