La sombra del Supremo se adentra en la única contingencia que Occidente no puede admitir: que el engaño provenga de Dios. No ya del artero enemigo que tras la caída de Lucifer campa por la tierra, tampoco del azar o la necesidad, ni siquiera de la naturaleza oculta tras los fenómenos, sino directa y llanamente de la Causa Primera: de la voluntad original del Hacedor. Desde el Deus Prudens o Dios Sabio que por compasión oculta la verdad a los humanos al Creador que finge el mundo con un bostezo provocado por el tedio de su soledad; desde el Yahveh que envía al diablo o la serpiente para que engañe a sus criaturas con sutiles celadas al Theos Agnostos o Dios Desconocido que permite al demiurgo levantar un universo infame, la falsedad del mundo sería solo la sombra inevitable del Supremo.