Los estadounidenses apenas pensaban en el mundo exterior. La nación más poderosa de la historia podía hacer lo que le viniera en gana. Los americanos aprendieron, pagando un doloroso precio, que su relación con otros países es importante y que incide directamente en su seguridad nacional. El día en que se dejó sentir el impacto del terror, el 11 de septiembre de 2001, el autor, Mark Hertsgaard, estaba realizando un viaje alrededor del mundo en el que recogía la percepción que tenían de Estados Unidos personas de quince países. Ya fueran sofisticados directivos de empresa, adolescentes soñadores o integristas islámicos, sus entrevistados sentían tanto admiración como incomodidad ante Estados Unidos; se sentían, a un tiempo, encantados y desconcertados; les invadía la consternación y la envidia por igual. Este complejo catálogo de impresiones (buenas, malas, pero nunca indiferentes) es el punto de partida de un mordaz ensayo, que nos invita a hacernos muchas preguntas y ofrece algunas respuestas. ¿Cómo puede la sociedad más abierta del mundo estar tan orgullosa de los ideales sobre los que se funda, pero mostrarse tan incoherente a la hora de aplicarlos? ¿Cómo puede ser tan amada por su cultura pop, pero tan odiada por su prepotencia? Al explorar tales paradojas, Hertsgaard pone en evidencia verdades edificantes algunas, otras incómodas que obligan a que tanto los nativos como los extranjeros vean a Estados Unidos con nuevos ojos. «Te guste o no, Estados Unidos es el futuro», le dice un europeo a Hertsgaard. En un mundo que se torna más americano a cada momento que pasa, La sombra del águila es una declaración de primer orden referida y dirigida a un lugar y a un pueblo de los que todo el mundo habla, pero que pocos conocen.