En un día lluvioso, el joven Norman Huntley organista de iglesia e hijo del librero de la imaginaria ciudad catedralicia de Cornford y su amigo Henry Beddow mecánico de coches tienen la ocurrencia, de puro aburrimiento, de inventarse un personaje: una tal señorita Hargreaves, octogenaria, sobrina del duque de Grosvenor, intérprete de arpa, poeta, dueña de una perra y una cacatúa, e intrépida viajera que siempre va acompañada con su propia bañera. Cuál no será su sorpresa cuando, días después de tal invento, la señorita Hargreaves «en persona» se presenta, con todos sus bártulos, en la estación de Cornford.