Los periódicos han indicado que el tsunami asiático y el huracán de Nueva Orleáns son ya claros indicios del calentamiento atmosférico. Es el primer efecto de la contaminación psicofísica. En psicología eso tiene un nombre, tiene un origen. Por seguir puerilmente la gratificación inmediata, no tenemos en consideración las malas consecuencias de nuestras actuaciones primarias, y aquéllas que hoy se llaman contaminación física que implican, a la vista está, calentamiento, efecto invernadero, agujeros en la capa de ozono,... La contaminación psíquica, alocada carrera en manipulaciones, mentiras y agresividades continuadas, hace irrespirables las relaciones interpersonales. Los mercados, los medios y los partidos, rehenes de su ansia infantil de poder, de lucro y de control, una apuesta de críos por el placer fácil y rápido, son el modelo hoy más terminado de ese afán por satisfacerse caiga quien caiga. Lo hemos estudiado en Marx, Hitler y Lenin como representantes excepcionales del ansia de poder político. También en hombres actuales de excepcional valía intelectual que han optado por la satisfacción rápida, Fernando Savater y Salvador Pániker. Un profesor de ciencia virtual en Nueva York, Douglas Rushkoff, una psicoanalista y victimóloga, Marie France Hirigoyen y una periodista de la izquierda, Naomi Klein, dan serios toques de atención para que desde la educación y desde la planificación político social, cambiemos el ritmo, y la gratificación aplazada y controlada tome el relevo al placer pronto.