La afición de los políticos por mentir y robar ha acompañado todas las edades del hombre. Desde el siglo V a.C., y durante mil años, los escritores romanos combatieron la codicia y falsedad de sus gobernantes con un género literario dedicado a criticarlos y ridiculizarlos, la sátira. Fue mucho más que su derecho al pataleo, se convirtió en un ejercicio de la libertad de expresión en el que no se ahorran burlas, insultos, sarcasmos, ironías y obscenidades. A muchos autores les costaría la vida, pero al menos acabaron sus días mortales con esa fiesta de la risa que entraña la burla para los pueblos a orillas del Mediterráneo. Pollux Hernúñez ha repasado y traducido las mejores sátiras de la antigua Roma, desde las de Lucilio hasta las de Claudiano, pasando por Horacio, Plauto, Juvenal, Marcial
Todos ellos se mofan alegremente de unos dirigentes demasiado parecidos a los nuestros.