El autor acompaña la vida, las historias, los estilos de vida de diversas comunidades -ecuatorianos en Madrid, salvadoreños en Boston y marroquíes en Valladolid-, presentando una propuesta, el modelo de integración mixto que reconoce tres tipos de conductas, o incluso de iconos de personas en el proceso de incorporación: asimilacionistas, multiculturales y de proyecto. La metáfora en torno al tejer historias y las experiencias de integración anima a poner nuestras capacidades para zambullirnos en la complejidad humana, permitiendo a las personas conectarse con su propia realidad, su propia diversidad y sus propias raíces. Desde esta mirada, el modelo propuesto plantea que habría tantos procesos de integración como personas que emigran. Ningún proceso de integración personal es igual a otro. A modo de recomendación, se plantean cinco propuestas: la necesidad de atender y gestionar la diversidad, fomentar una ciudadanía inclusiva y de acceso a derechos básicos, la importancia de la educación y la formación en liderazgo que impulse con mayor vigor la construcción de cohesión social, el cuidado de los elementos culturales dentro de las tradiciones celebrativas familiares y comunitarias, las devociones religiosas como potentes elementos de construcción de identidad y sentido; y la importancia del empoderamiento y promoción de la mujer como potente agente catalizador y de transformación social.