Esta corporación fue la más importante de la ciencia cubana del siglo XIX. Fundada en mayo de 1861 aglutinó a relevantes científicos cubanos y españoles, pero también de otras naciones. Su activa y larga vida –duró hasta 1960– permitió la aplicación, difusión y la génesis de múltiples trabajos científicos. En la centuria decimonónica, que es el periodo que aborda este libro, se destacó sobre todos en los temas de medicina, farmacia y ciencias naturales. Hay que citar como significativos los que se refieren al descubrimiento del agente transmisor de la fiebre amarilla, por Carlos J. Finlay, o los trabajos ictiológicos del conocido naturalista Felipe Poey. Además de la labor organizativa y epidemiológica, la Real Academia fungió como órgano consultivo del gobierno español en la isla, en cuanto a las epidemias, los medicamentos y casos de medicina legal, entre otros de los diversos temas que trató.