La ciencia está demostrando con una evidencia abrumadora que favorecer el proceso espontáneo del parto y el posparto supone una inversión a largo plazo en salud física, emocional, mental y social de las madres y sus criaturas. Los estudios demuestran que cada intervención no necesaria conduce a nuevas intervenciones, que es tas incrementan el riesgo para la salud de madre y bebé y que pueden generar secuelas físicas y emocionales a largo plazo, condicionar el éxito de la lactancia materna y debilitar el vínculo afectivo entre ellos. La crudeza de las rutinas hospitalarias, su innecesariedad en la mayoría de los casos, la arbitrariedad con la que se decide aplicarlas y el hecho de que a menudo se imponen de forma expeditiva hacen de la atención medicalizada al parto un ámbito de represión y violencia contra la mujer y el bebé normalizada y asumida. Pero no nos engañemos: la evidencia científica produce pocos cambios allí donde la mentalidad no cambia. Por ello, el primer paso es la toma de conciencia de todas las partes implicadas sobre la importancia y la trascendencia de lo que sucede en esa etapa crucial de la vida