Desde que el hombre alcanzó la capacidad de reflexionar sobre sí mismo, no existe cultura ni período histórico en el que la muerte no haya sido fuente de reflexión o inspiración. Una muerte irremediable y un destino tras ella desconocido han propiciado que a través de las distintas religiones el hombre haya descubierto o creado todo un rico imaginario del que se ha servido para esclarecer el sentido tanto de la vida como de la muerte.