Hay algo prodigioso en la poesía de Concepción de Estevarena: brillantes por su altura poética, sus versos nacen de la vocación inquebrantable de su autora frente a la prohibición expresa de su padre. Ante la adversidad, la escritura se le revela paradójicamente como un terreno seguro, donde la reflexión sobre el hecho poético es necesaria para encontrar la paz y para tomar impulso. Su equilibrio entre lo meditado y lo inevitable, su posicionamiento en los poemas de temática amorosa —que aborda desde una voz neutra—, su capacidad para sintetizar y reelaborar la estética del Romanticismo tardío y su extraordinaria calidad hacen de ella un raro ejemplo de nuestra poesía menos conocida y más valiosa.