Desde la primera entrevista, a finales de enero de 1910, Sergei Petrov se siente favorablemente impresionado por Freud, registra en su libreta de notas los rasgos que más le llamaron la atención y que le inspiraron una confianza inmediata: poco más de cincuenta años, estatura mediana, aspecto saludable, vestimenta elegante pero convencional, modales sencillos que relevan a un hombre seguro de si mismo y dotado de una gran serenidad; ojos inteligentes cuya mirada, aunque penetrante, no lo hace sentirse incomodo. Por lo demás, Sergei tiene menos la impresión de ser un paciente que un joven colaborador con el cual, el más experimentado, explora la desconocida región de inconsciente.