Desde «la mesa de cocina» del señor Ambrose en Fin de viaje hasta la mesa de Katherine Hilbery en «su cenáculo», la del cuarto de Jacob, la de cocina del Sr. Ramsay o la de comedor en que la Sra. Ramsay sirve el boeuf en daube, semejantes a la «mesa de comedor» para «una cena con invitados» que evoca Russell, a esa mesa de la señora Ramsay que presumiblemente persiste en la casa durante su ausencia en «Pasa tiempo», y aun a «la mesa, las sillas» puestas para alguien que nunca llega en el capítulo que abre Las Olas, la mesa señala en sus novelas la entrada al problema del conocimiento. Pues siendo arbitrario un ejemplo «considérese, digamos, la mesa», la imagen que le viene en mente al filósofo nunca es la de la cama, lugar de sueño o sexo o muerte, ni aun la de esa «estrecha» de Clarisa Dalloway que excluye de ahí el término medio. Las mesas de escritorio de Hume y Russell, semejantes a la de Katherine Hilbery, «despejada para trabajar» en «problemas matemáticos», sustentan lugares de pensamiento y alimentación, ambos neutrales afueras de la mente.