Barroco e hispanidad: dos términos que, sin decir mucho, pretenden decirlo todo y convertirse, así, en el fundamento último de la identidad y la memoria. Entre las genealogías construidas en los países hispanos para definir identidades, la barroca ha sido la más duradera, extendida e influyente. Sobre ella se han edificado teorías del Estado y de la cultura con el objetivo nada disimulado de conceder a lo hispano una carta de naturaleza singular y excepcional: la marca de un espacio común en el que el vencedor, el conquistador, creó un nuevo mundo, con sistemas de orden y control que sostuvieran un entramado gigantesco, complejo y variado, pero reducido a un estándar que permitiera la absorción social, la ausencia de conflicto. Lo único cierto de lo barroco, dice Jorge Luis Marzo en esta obra de un alcance extraordinario, es que está vinculado con la derrota: "Es el estilo coincidente en los territorios europeos y americanos cuyas masas de población han sido derrotadas. Son espacios 'colonizados', tanto en el sentido imperialista como psicológico. En España, tras la siega de moriscos y judíos. En América, la derrota indígena adquiere tintes de hecatombe". Deconstrucción, a un tiempo, de la hispanidad y de la voluntad misma de construir identidades, La memoria administrada es una obra que pone en crisis el mito barroco, construido sobre la ficción de la hispanidad.