He organizado una jauría. De pequeña me impactó presenciar una auténtica jauría de caza, con una docena de perros. Que nadie quiera saber qué atraparon. Tuvieron que pasar algunos años hasta que me reconcilié con mi conciencia, con mis recuerdos, con mis pesadillas. Ahora lo siento como algo lejano, con lo que puedo vivir. Pero sin duda, es algo que me ha marcado. Y la palabra me resulta terrible. Jauría. En realidad, no me dedico a la caza tradicional con perros y armas de fuego. Aun así lo que hago no deja de ser una cacería. Mi modo de emplearme, el rastreo, la partida, el armamento, los que salen conmigo. Cualquier detalle evoca una y otra vez en mi cabeza aquella escena depravada. Y no sé de qué me sorprendo, si soy depravada por instinto. Sea como sea, siempre hay una persona, en algún lugar del mundo, vociferando para llamar la atención. Desafiando a otros que toma como seres inferiores, partida tras partida. Y para eso estamos yo y otros como yo. Para ajusticiarla.