Ibrahim es un argelino que, como tantos miles de jóvenes de origen magrebí, se va de su casa con el objetivo de buscar una esperanza. Su meta es ir a Alemania, ganar dinero y hacerse un lugar en el primer mundo.Ya en Alemania, Ibrahim y su mujer Ibtissam consiguen trabajo y tratan de llevar una vida mejor. Es un hombre honesto que es tratado injustamente por la justicia y que se encuentra primero en la cárcel y después frente a su expulsión del país. Los dos son testigos de la dureza del primer mundo, que ofrece la libertad total de movimientos para sus ciudadanos pero que acosa sin piedad a su mano de obra barata. El ambiente de la novela consigue hacernos sentir lo que sienten los personajes y con ellos, todas las personas que viven en la ilegalidad: hombres y mujeres valientes que afrontan la muerte para alcanzar «el paraíso», trabajan 14 horas diarias por una paga miserable y sufren en silencio.En la segunda parte del libro, en un tono más político, la autora reivindica los derechos de los inmigrantes y nos explica además cómo se organizan los movimientos de apoyo a los ilegales.La inmigración contada a mi nieto ofrece a través de sus páginas que podamos conocer el sufrimiento y los sentimientos más íntimos de aquellos que se ven obligados a emigrar para tener la esperanza de un futuro mejor. La autora consigue que el lector se ponga en la piel de los personajes y transmitir la rabia y la impotencia que pueden sentir los ilegales que intentan mejorar su destino y que muchas veces se encuentran con una sociedad burocrática que no deja espacio a la comprensión y a la tolerancia.