La creencia en que el orden y las leyes que rigen el universo son de naturaleza armónica y de que sólo a través de la música y las matemáticas se accede a su conocimiento, conforma uno de los capítulos más importantes de la historia espiritual de Occidente. La idea del cosmos reconstruye una dilatada tradición que los poemas homéricos ponen ya de manifiesto, y que ofreció hasta bien entrado el Renacimiento un fundamento común a ámbitos hoy del todo escindidos como la cosmología, la música, las matemáticas, la teología, la arquitectura, la política, la medicina y el saber técnico. Aquí se invita al lector, más que a una indagación erudita sobre la idea de una correspondencia armónica entre todos los seres, a un fascinante recorrido a través de esos momentos originarios en los que se fraguan las esencias de una civilización, sus señas distintivas de identidad. En una misma trama, y con frecuencia hasta en una misma persona, confluyen apasionadas tentativas espirituales, turbios intereses políticos y un frío dominio de la tecnología, que unas veces sirven para demostrar abstractas intuiciones filosóficas, y otras para aniquilar a todo un ejército enemigo. La figura que con estos elementos disímiles el autor va elaborando a lo largo del libro parece una proyección en el tiempo de armónicas entidades geométricas. Sus diversas consonancias permiten percibir aspectos secretos y esenciales del alma colectiva que se resisten a ser enunciados mediante la palabra y el discurso.