Los problemas de Wilt nunca se acaban. Quizá porque está dotado de un inmenso talento para enredarse sin darse cuenta en los líos más espantosos, y de una habilidad no menos admirable para escapar de ellos revolviéndose con la inocente agilidad de una serpiente. Ahora, el politécnico en el que trabajaba ha sido ascendido a universidad, pero Wilt sigue ganando lo mismo que antes, o incluso menos; es menospreciado por no ser catedrático, y continúa enseñando a los eternos proletarios de siempre. Y capea como puede las espesas intrigas y luchas por el minúsculo poder académico. En casa, la cosa no está mucho mejor. Eva, su esposa, tras visitar a sus tíos de América, ha vuelto más iracunda, imperiosa y mandona que antes. Y las cuatrillizas, feroces adolescentes, estudian en un carísimo internado que a Wilt se le hace cuesta arriba pagar. Muy arriba. Pero cuando Eva, que se ha hecho amiga de Lady Clarissa, le consigue a su marido un trabajo de verano muy bien pagado, Wilt no está nada convencido. Tiene que lograr que Edward, el hijo de la aristócrata, apruebe historia para entrar a la universidad. Y también tendrá que simular que ha estudiado en Porterhouse con el padrastro del chico. Pero como la carne es débil y el dinero fuerte, Wilt sucumbe a los cantos de sirena de Clarissa. Lo que no sabe es que Edward, cuando era niño, apedreaba a todo el que se le cruzaba, y que ahora lleva armas mucho más peligrosas. Tom Sharpe, el misántropo más divertido de la literatura contemporánea, continúa con las desopilantes aventuras del inefable Wilt, de su tremebunda esposa y de su tremenda descendencia. «Como diría Guardiola: “Es el puto amo.” Sin duda, Tom Sharpe es el maestro de los escritores de humor en activo. Si lo que quieren es garantizarse unas carcajadas, el humor gamberro de Sharpe es infalible» (Mauricio Bach, La Vanguardia).