Arthur Conan Doyle, autor escocés y gran defensor de las bondades del imperio británico, la historia y la cultura francesa -que su madre irlandesa le había inculcado y por la que sentía una gran admiración- era una debilidad a la que dedicó horas de estudio y algunas de sus obras. Conan Doyle tenía un especial interés por la figura dramática de Napoleón y las guerras que asolaron Europa a causa de su inagotable ambición y genio militar, tan sólo cincuenta años antes de su nacimiento. Pero los personajes de sus narraciones napoleónicas, Etienne Gerard-veterano soldado de las campañas europeas que cuenta sus andanzas, no exentas de humor, en las dos series de relatos, Las hazañas del brigadier Gerard y Aventuras de Gerard (ambas publicadas en esta misma colección)- o Jock Calder -un escocés de West Inch que cuenta sus recuerdos de infancia y juventud en una Gran Bretaña amenazada, como el resto de Europa, por la sombra napoleónica, en La Gran Sombra (1892)- no sitúan sus historias en el ojo del huracán, sino en la peripecia personal y en una vida cotidiana fuertemente marcada por la incertidumbre de estas guerras, y siempre desde la distancia en el tiempo o la lejanía geográfica. La Gran Sombra, una narración romántica y de aventuras, comienza con los recuerdos de infancia de Jock Calder, cuando las pilas de leña y combustible jalonaban la costa de Gran Bretaña en espera de servir como señales de fuego ante un inesperado desembarco napoleónico. Más tarde conocerá a la encantadora prima Edie, y surgirá la rivalidad amorosa con su mejor amigo, Jim Horscroft. Un buen día aparece por el pueblo el excombatiente francés Bonaventure de Lapp...