El término «Gran Parada» se emplea en aviación cuando después de un determinado tiempo de vuelo un avión se desmonta entero y se vuelve a montar. ¿Es el mismo avión o es otro diferente? se pregunta Larrondo. El propio autor asume que la «Gran Parada» es aquella que se necesita «para intuir lo que hemos hecho y lo que podemos llegar a hacer» y, en consecuencia, este libro como cualquier otro texto no supone otra cosa que «pequeñas grandes paradas para ordenar una cadena de decisiones y reflexiones tomadas durante un tiempo anterior al mismo.» José María Larrondo inicia en la gran parada un paseo en soledad por el paisaje nevado, infinito, de su Siberia interior armado con la inmaterialidad etérea de los conceptos y con la untuosa pasta de la pintura-pintura, defendiendo el necesario diálogo entre la plástica y la literatura como recuerda su prologuista: «Me parece estupendo que se utilice la literatura para adentrarse en la plástica. Pero también debería serlo desarrollar una actitud literaria a la hora de elucubrar esta última sin complejos.» Como el pintor que es, los textos que integran este volumen han sido estructurados como si de formatos de cuadros se tratara: marinas, paisajes y figuras, pero «eso sí, antes de todo ello siempre aparecen los dibujos, los bosquejos o los encajes. También nerviosos, con apariencia de esencia de idea.» Esperamos desde la editorial que la lectura de la gran parada sirva al lector para sumergirse si no lo conocía ya en el personalísimo universo creativo de José María Larrondo, uno de los máximos exponentes del panorama artístico de las últimas décadas.