Cada fiesta es un producto de su tiempo, modelado por las relaciones de poder presentes en cada conjunto histórico. Después de la entrada de las tropas franquista en Valencia, el espíritu de la valencianidad de la fiesta, vinculado fundamentalmente a las Fallas, se puso desde el primer momento al servicio de un nuevo orden de cosas para contribuir a legitimarlo y sancionarlo ideológicamente. Esta instrumentalización, coetánea de la que llevaron a cabo los otros regimenes fascistas europeos, aquí se manifestó en la reconformación y reinvención del calendario festivo por parte de las nuevas fuerzas dominantes, preocupadas en rehacer el pasado y la memoria para redefinir un nuevo presente de acuerdo con sus deseos políticos.