La educación social ha estado tradicionalmente vinculada a los problemas, necesidades y situaciones de riesgo individuales y colectivos, a fin de mejorar las condiciones de vida y situaciones estructurales y personales. Sus contribuciones permiten la mejora de la realidad, la transformación y el cambio social a partir de la investigación en este campo y el diálogo entre los profesionales de los diversos contextos educativos y escolares con el mundo académico. El acompañamiento a grupos o personas que realizan los educadores y las educadoras facilitan procesos de enseñanza-aprendizaje de lo social, lo cultural, lo familiar, lo relacional, etc. Del mismo modo, busca la potenciación de todas las posibilidades para el derecho y disfrute de una mayor autonomía, vinculación, participación social y felicidad existencial de los sujetos y las comunidades. Presentamos un trabajo que refleja las permanentes relaciones e influencias euro latinoamericanas en la Pedagogía Social en su reflexión y práctica. La educación social con infancia y juventud en situaciones de mayor vulnerabilidad, riesgo y conflicto social ha sido uno de los escenarios de estudio y de acción preferencial desde el inicio de la disciplina. En este campo, la mayor preocupación han sido siempre las dimensiones éticas, políticas, sociales y comunitarias de la educación; y no tanto, ni principalmente, el desarrollo cognitivo. De modo transversal, esta mirada nos lleva a incorporar la perspectiva de género y observar la vulnerabilidad histórica de las mujeres y el sistema sexo-género. La sociedad patriarcal promueve la desigualdad en relación a las oportunidades político sociales de las mujeres desde las brechas y discriminaciones por razón de género. La educación social incorpora entre sus finalidades la necesidad de ser nuevos hombres y nuevas mujeres, la lucha por la igualdad y la emancipación, así como priorizar a las mujeres más vulnerables, violentadas o marginadas socialmente.