En las últimas décadas, los currículos lingüísticos de orientación comunicativa han insistido en la idea de orientar la enseñanza del lenguaje al aprendizaje de los conocimientos y de las destrezas que contribuyen a la adquisición y a la mejora de la competencia comunicativa de las personas. Sin embargo, el cambio en las maneras de enseñar el lenguaje no es tan fácil, ya que, a menudo, entre la teoría y la práctica, entre el deseo de impulsar una didáctica comunicativa de las lenguas y la realidad de lo que sucede en las aulas se abre un abismo. El objetivo de este libro colectivo es evaluar en qué medida los enfoques comunicativos de la enseñanza del lenguaje han influido en la transformación de las prácticas de la educación lingüística en lengua materna (y especialmente en la enseñanza del español), en la selección de los contenidos lingüísticos y literarios, en las metodologías de enseñanza, en las actividades del aprendizaje, en la evaluación, en la formación inicial y continua del profesorado, en la orientación de los libros de texto
en estos tiempos de reformas y de contrarreformas tanto en España como en Latinoamérica. En cualquier caso, no solo estamos ante un cambio de naturaleza didáctica: estamos también, y sobre todo, ante una manera de entender la educación lingüística que no elude su carácter ideológico y político. Porque en educación nada es inocente, y no es igual que hagamos unas cosas u otras, que orientemos las tareas escolares hacia unos u otros objetivos, que seleccionemos los contenidos de una u otra manera y que establezcamos unos u otros vínculos con el alumnado. Por ello la educación lingüística no solo debiera orientarse a favorecer las competencias comunicativas del alumnado, sino también a construir una ética de la comunicación vinculada al aprendizaje de la democracia y al aprecio de la diversidad lingüística y cultural en nuestras sociedades.