El concepto de adulto necesitado de educación está construido sociohistóricamente y, en este proceso constructivo, es preciso tener en cuenta que el conocimiento académico de las necesidades educativas del mundo adulto se asocia a los resultados de investigaciones. Por regla general, la iniciativa o el impulso para emprender una investigación suele provenir de contextos institucionales, siendo su propósito servir para la toma de decisiones desde los ámbitos político o administrativo. Tales decisiones, paradójicamente, acaban afectando a personas a quienes por otras vías se les puede estar negando el derecho a pronunciarse respecto a sus propias vidas. En consecuencia, el conocimiento que se genera en tales situaciones ni responde a principios democráticos ni contribuye a la democracia educativa o social. Democratizar la producción del conocimiento sobre educación de adultos supone dar voz a quienes pueden resultar afectados por las posibles consecuencias. En tal sentido puede decirse que este libro propone un ejercicio ejempiar de democracia educativa. A través de su lectura somos hábilmente guiados, a partir de la deconstrucción del paradigma científico dominante, hacia la construcción alternativa de una nueva racionalidad que adopta como principios la hermenéutica y la conversación.