La República Dominicana es producto de un secular proceso de mestizaje donde la africanidad y el hispanismo han jugado un papel protagónico. La rivalidad política con Haití, país de población mayoritariamente negra, provocó en el pasado un firme rechazo hacia la negritud generándose dentro del cuerpo nacional una doble fractura política y etnocultural la cual involucra actualmente otras cuestiones de índole social, económica y jurídica. La base conceptual de esta múltiple fractura se asienta en el pensamiento de sectores conservadores y ultra-nacionalistas cuya defensa de la blancura, como indicador somático y cultural del pueblo dominicano, ha contribuido a construir un discurso identitario hegemónico y excluyente que todavía impregna el imaginario colectivo nacional.