Los actores son artistas que deben dejar de ser lo que son personas para ser personajes. Es decir, deben abandonar lo poco que saben de sí mismos para ser otros de los cuales no saben nada. Es un salto en el vacío. Y permanecerán en la nada hasta rellenarla con información. Es por ello por lo que están continuamente preguntando: ¿cómo es mi personaje? ¿Por qué hace o dice tal cosa? ¿Por qué debo hacer esto y no lo otro? Ansiosas preguntas que quieren dar respuesta a la complejidad del alma humana. Los filósofos saben que la actitud de preguntar supone la aparición de la consciencia. Es eso, y no otra cosa, lo que buscan los actores: dotar de consciencia a sus personajes para hacerlos profundos. Y el director debe ayudarles a superar esta castrante inseguridad u obtendrá de ellos resultados artísticamente pobres.