La poesía comienza donde termina lo justificable. Los poemas de este libro se ramifican en torno al cuadro La ciudad ideal, donde las estructuras arquitectónica y pictórica se muestran incontestablemente reguladas bajo la perspectiva. Pero todo es una alucinación: dentro, las camas se utilizan como mesas, los jarrones, como sillas, y las lámparas están desmontadas por el suelo sin utilidad alguna. Estamos educados en el orden y en la necesidad de ficciones y la inercia nos lleva a la neutralización del lenguaje. Recuperar su flexión, sin las apresuradas conceptualizaciones que obstruyen y estandarizan o que la tendencia convierte en obviedades, es tarea poética.