n enero de 2006 una decisión arbitral ordenaba la restitución de la colección de obras de Gustav Klimt de la familia Bloch-Bauer a sus legítimos herederos. La resolución ponía fin a una injusticia cometida mucho tiempo atrás y perpetuada durante más de medio siglo. La pieza central de esta colección era el Retrato de Adele Bloch-Bauer, la pintura dorada que había cautivado a Viena. La dama de oro es el relato de la creación de esta pintura, de las circunstancias que forjaron su leyenda y de los hechos que rodearon su pérdida. La protagonista del retrato fue una mujer rebelde e intelectual, mecenas de las artes y musa quizá también amante de Klimt. Pero la Viena de Klimt y de Adele quedó reducida a cenizas con la llegada del nazismo. La familia Bloch-Bauer fue empujada al exilio mientras sus verdugos se apropiaban de sus valiosos cuadros. Sesenta años más tarde, Maria Altmann, sobrina de Adele, emprende una batalla legal para recuperar su herencia y clamar justicia por el dolor infligido a su familia. Su victoria sacudió los cimientos del mundo del arte y puso en el punto de mira la impunidad con que Austria se había apropiado del patrimonio de los judíos en el exilio.