Guillermo Busutil, escritor que se confiesa fugitivo de la realidad, nos presenta en La cultura, querido Robinson una antología de sus mejores crónicas periodísticas de los últimos años, así como las entrevistas a Rodrigo Fresán, Elvira Lindo, Antonio Muñoz Molina, Cristina Fernández Cubas, Ricardo Menéndez Salmón, Javier Marías y Victoria Camps, publicadas en la revista Mercurio, que dirigió durante más de una década. Su territorio, esas fronteras a las que siempre vuelve, en la trama de la vida y en la cicatriz de su memoria: los libros, el teatro, la música, la fotografía, la pintura y el séptimo arte. Si colocáramos seguidos en el suelo todos los libros que han pasado por las manos de Guillermo Busutil, podrían dar varias veces la vuelta al mundo, pero no tanto en un sentido físico como, sobre todo, simbólico. Es lo que tienen las bibliotecas: el universo en una habitación. Y este libro en el que Busutil acaba de recopilar muchas de sus columnas en La Opinión de Málaga tiene también mucho de biblioteca personal, y algo de hemeroteca, y de fonoteca, y de filmoteca, y de libro de viajes, y de celebración de la amistad, y todo ello, sin apenas rastro de nostalgia, acaba componiendo una especie de autobiografía o, cuando menos, autorretrato involuntario. Por eso no es exagerado el título que él o su editor han colocado al frente del volumen: la cultura no es algo abstracto y solemne e inalcanzable o inabordable... La cultura, para nosotros, es simplemente la vida. Ortega y Gasset afirmaba que los seres humanos no tenemos naturaleza, sino que tenemos cultura, o, mejor, que la naturaleza específica del hombre es la cultura, y eso afecta incluso a las personas no cultas o directamente analfabetas. Pero para las personas cultas es imposible separar un concepto de otro.Sucede siempre, y Antonio Muñoz Molina lo explica perfectamente en su prólogo: cuando uno reúne los textos dispersos que ha ido escribiendo aquí y allá a lo largo de los años, se encuentra con que esa recopilación esboza o incluso alza toda una teoría literaria, una perspectiva cultural, eso que se llama "una mirada", una filosofía particular que a veces, por involuntaria, por inconsciente, sorprende incluso al interesado. Aquí también puede contemplarse con nitidez la peculiar perspectiva de Busutil, con la que ya estábamos familiarizados sus lectores habituales, pero que queda apuntalada con la lectura seguida, con su publicación conjunta. Puede parecer una superstición, pero los libros no sólo reúnen las cosas sino que las redondean, casi se diría que las completan. Y esa peculiar perspectiva cultural de Busutil, a la que aludíamos hace dos líneas, está construida fundamentalmente sobre la alegría, sobre el puro gozo de descubrir, de reflexionar, de crecer. El gozo que produce gozar, por decirlo con una tautología.Hemos hablado de lectura seguida, pero el libro también admite "picoteos", "merodeos", saltos atrás o adelante, para los impacientes que quieran llegar a la sección de cine, o para quienes tengan prisa por leer el "Manifiesto cultural" con el que se cierra el libro. Lo importante es leerlo entero, y quien lo haga encontrará por todos lados esa capacidad del periodista malagueño para decir certeramente las cosas, a menudo en forma aforística. Hay entrevistas, semblanzas de amigos fallecidos, balances de catálogos, recuerdos, bromas, homenajes a librerías o, claro, muchas lecturas. E incluso hay un recuerdo a nuestro Congreso de Librerías de 2018, donde Busutil moderó perfectamente un memorable diálogo entre Alfonso Guerra y Paco Puche (y qué difícil es siempre verse en medio de dos personas tan ingeniosas). Y todo con buen humor, sin participar de esa línea gruñona, tan habitual, de observar los fenómenos culturales. Y sin pesimismo o alarmas excesivas, aunque sí se es consciente de las amenazas, de los cambios, de ciertos empobrecimientos generales.Es éste, pues, un libro muy especial, Busutil en estado puro, con su ingenio y su erudición, con su memoria y sus ganas de seguir. Habiendo tantas cosas que celebrar en la cultura, también en el futuro, Busutil no pierde el tiempo con lamentos. Y ésa es toda una lección, acaso la principal del autor, la más importante y fácil de compartir. Con la cultura, sencillamente, ya estamos salvados.